jueves, 30 de junio de 2011

Life as a cliché 1 (“T-chín”)

Hay una serie de clichés cinematográficos que anhelo con ansias que sucedan en mi vida real -porque en la imaginaria ya no caben más, hasta los empecé a repetir. Vale aclarar que muchos no pertenecen a ninguna película en particular, sino que son producto de mi imaginación -o fueron retocados por la misma-, que está en constante feedback con el séptimo arte. Porque me gusta imaginar que soy la protagonista de mi propia vida. “T-chín!” (Nota: esta onomatopeya aparecerá al final de cada frase, escena o personaje candidato a ser incluido en el guión de la película pochoclera que jamás escribiré).
Uno de mis sueños más recurrentes es bajar de un Corvette (t-chín) junto a un muchacho alto, rubio y musculoso (t-chín, t-chín), entrar a un restaurant de poca monta, situado junto alguna carretera que atraviese el desierto de Arizona (t-chín, t-chín, t-chín), y que una camarera whitetrash llamada Loretta nos sirva café mientras le guiña el ojo a mi novio y masca chicle cuan rumiante en celo (t-chín, t-chín, t-chín, t-chín); él le sonríe, le toca el culo y yo les sampo la taza de café a ambos. Me acomodo los lentes de sol, y salgo disparada hacia el horizonte en mi bólido rojo, mientras les muestro el dedo del medio por el espejo retrovisor (tsunami de t-chín's).
Otra escena que se repite desde mi infancia es la celebración (?... !) de mi funeral: una tarde lluviosa (t-chín, t-chín) una pompa fúnebre marcha apesadumbradamente, llevando mi féretro, vestidos todos de negro -las mujeres, con velos- (t-chín, t-chín, t-chín) mientras suena de fondo el Adagio de Samuel Barber (t-chín, t-chín, t-chín, t-chín,), y toda la gente que fue mala conmigo (por lo general, mi pobre madre) echa un puñadito de tierra sobre mi cajón mientras la culpa les carcome el interior (orgasmo de t-chín's). Lástima que no voy a estar viva para ver esto.
Pero el mejor de los cichés es discutir acaloradamente en français con Vincent Cassel, y concluir todo con un “je t'adore, mon amour” (+ un french kiss).

Continuará... (t-chín!)

jueves, 16 de junio de 2011

A gift (from you)

Cada vez que me vienen ganas de llorar para las que no tengo lágrimas, cuando las agujas me pinchan la piel desde adentro, esas noches en que la garganta se sacude en espasmos vacíos, yo tengo un as debajo de la manga. Una amalgama de recuerdos tuyos, reminiscencias de esa noche y del monólogo que le dedicaste a mi autómata -que sólo te devolvía monosílabos-, la despedida antes del “Hola!”, el paseo por Almafuerte, el abrazo frente a la puerta, las lágrimas en el piso mientras me descalzaba las sandalias rojas, y mi estropajo comiendo una Tita en algún banco de plaza.
No importa qué haya pasado en mi día, cuántos amigos haya perdido, ni los cachorritos aplastados por doscientos conductores imprudentes. Nada, pero nada, me ayuda a llorar como lo hace tu involuntario y valioso regalo, que primero no supe aceptar. Gracias. De veras.

domingo, 5 de junio de 2011

Felicidad y sinsentidos (texto sans goyette)

Además de grandes cantidades de calorías, grasas trans, puteríos y fugas de capitales, las cenas con amigos traen aparejadas cosas positivas: risas, confidencias, proyectos, nuevos amigos. Cosas por las que valen la pena engordar, tener colesterol, chusmear (sí, sí, el puterío hace mal), y quedar en bancarrota.
Últimamente, casi todas las noches me alimento (?) a base de pizzas, sandwiches, alcohol y otras porquerías carísimas que, sin embargo, me aportan felicidad.
Dicen -y cada día estoy más segura de ello- que la felicidad no es un estado permanente, sino pequeñas dosis de placer/bienestar/paz que se intercalan con cansancios, ansias, aburrimientos, enojos y tristezas. Y eso es lo que trato de inyectarme.
Otra cosa, juran que mientras menos sabe uno, cuando menos piensa, más feliz es. Por ende, cuando soy feliz no estoy con todas mis luces prendidas. O sea que la felicidad es un fluir del sinsentido.
Acerca de la felicidad también afirman que la misma no se puede comprar con dinero. Pero, digo, si pago pizza para tener una excusa para juntarme con amigos para ser feliz: ¿no estoy comprando -aunque sea indirectamente- felicidad junto con esas porciones de comida chatarra?

Cadena de sentido viciosa: 1) Tener dinero no hace a la felicidad. Pero gastarlo ¡cómo ayuda! 2) Es al pedo hablar sobre algo que no tiene sentido (como la felicidad), por lo que leer esto también es perder el tiempo. 3) El tiempo es dinero, así que estás perdiendo platita. 4) Con ese dinero, podrías estar ayudando a tu felicidad. 5) Leer esto no tiene sentido, pero tampoco te hace felíz. 6) No todo lo que no tiene sentido es felicidad. 7) Ya me cansé. Me voy a comer una hamburguesa.