domingo, 24 de agosto de 2014

La verdad sobre perreros y gateros

A riesgo de quedar como esos homofóbicos que antes -o después- de decir una barbaridad aclaran que tienen un amigo gay o torta, yo voy a decir que tengo una gata. Sí, mi hermosa y peluchina Pripru, a la que amo mucho. También quiero a los perritos, gatitos y animalitos en generalito.

Bien, aclarado esto, acá va mi frase polémica: si sos proteccionista de animales, tenés un 89% de probabilidades de ser una bosta humana. Y si estás dentro de ese 89%, sos mujer hétero (esto es una cuestión fáctica, no machista), de entre 18 y 60 años, casada o comprometida, de un poder adquisitivo de medio/alto a muy alto, y estás al pedo.

Estas características implican que no sepas lo que es pasar necesidades, que no tengas idea de política ni de la vida en general, y que no te gusten las personas que no están a tu nivel adquisitivo y, por ende, no viven, actúan, ni piensan como vos. No sólo no te gustan, cada noche le pedís a las estrellas que esa gente no exista.

Ah, pero tu moral cristiano-burguesa te carcome un toque la conciencia, porque estás al pedo y no hacés nada por el prójimo. Pero te las arreglaste para encontrar la válvula de escape para el pedo que tenés en el cráneo: los "angelitos de cuatro patas", como te gusta llamarlos.

Volcás toda tu cursilería y amor básico sobre los bichos, que reciben sin reclamar, que se conforman con dádivas, que con un rato de tu tiempo se las arreglan. Y por eso decís que son mejores que los humanos, que mientras más conocés a los hombres, más amás a tu perro. Porque es fácil querer a un perro.

Y ahí te deschavaste, no sabés amar. Tu amor es condicional. No acepta la diferencia y lo complejo que constituye al otro. Se caga en el fundillo de sólo pensar en el desafío de comprender y amar al otro. Desearía que los corazones se sacien con dádivas pero, sorry gordi, las cosas no funcionan así. Entonces, seguí escudándote detrás de los bichitos y equiparando su amor con el de las despreciables e inmundas personas (de paso, pregunto, ¿a qué especie pertenecés?)

Ah, y antes de terminar, quiero aclarar: tengo un montón de no amigos proteccionistas.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Avisos parroquiales

Hermanos. Todos sabemos que la hermana L ama a Jane Austen. También ama los zombies. Y ama a quien los combinó en una misma novela.  Pero odia que en Paranó no se consiga. Por eso, decidió hacer su propia versión de Mansfield Park en versión gore. Pronto habrá novedades… O quizás nunca.

Otra cosa: qué decepción el Lollapalooza Argentina. Más que nada, porque L no puede ir. ¡Mierda! Los convocamos a boicotear esa celebración de la lujuria y el pecado. O al menos, no le digan a L que fueron.

Por otra parte, la Comisión Pro Construcción del Templo Santa Doxificadora Semi Virgen y Mártira organiza un porro bingo para este domingo a las 00.15 en la guarida del Maestro Amor. Es a la canasta.

Y antes de que me olvide, el grupo de Acción Caótica organiza un viaje a Ámsterdam, para practicar el recogimiento. Luego irán a Roma a saludar al pope Hot Dog the First y se sacarán fotos junto a él y un gordo que le robó el bolo a Maradona cuando jugaba en el Nápoli. Para más información, mandar un DM al Padre Ceschi.

Pueden ir en paz. O agarrándose de las crenchas con piojos. Como prefieran.


Ey, men.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Santa Doxificadora, patrona de los gatos y los caracoles

Según el santurral, hoy se conmemora Santa Doxificadora, extra virgen de una oreja y mártira. Doxificadora nació en el año 85 de nuestra era, y tiene la particularidad de ser la única santa viva (aunque no vivaracha).

De pequeña, sintió el llamado para servir al señor. “¡Traeme el morfi, guacha!”. Llevaba los cubiertos y los colocaba en la mesa, luego le acercaba pan, un vaso, una botella de vino, y – a veces- un plato con comida.

De cuando en cuando, el señor se apiadaba de ella y le tiraba un par de monedas que ella gastaba en caramelos gomitas, los cuales disfrutaba de comer junto a niños pobres. No los convidaba, pero los dejaba oler la bolsa vacía.

Cuando creció, al señor ya no le sirvió más, y éste la  desterró para siempre de la tierra prometida, ya que a ese terreno fiscal el intendente ya se lo había dado de palabra a un grupo de tobas proveniente del Chaco.

Así, nuestra mártira tuvo que salir a buscar la forma de continuar haciendo su obra de caridad para consigo misma. En su camino, adoptó un gato, y tres caracoles, a los que asesinó, siguiendo una receta de Los Fabulosos Cadillacs.

Dicen que ahora recorre el mundo de a pie, sirviendo a cualquier señor que se le cruce, a cambio de algunas monedas, con las cuales compra caramelos gomitas, que come junto a los pobres.


Pero no los convida.

jueves, 25 de julio de 2013

Piliti

Golpetea la mesa y mira algún punto perdido en los arabescos del mantel. La pera y la punta de la nariz parece que en algún momento se le van a juntar. La boina apelmazada, el pantalón 20 centímetros arriba del ombligo. Y esa mirada perdida, que de pronto se posa en mí. El repiqueteo va in crescendo, y tapa la voz plomiza del narrador de la tele.

Le suplico: “basta, por favor”. Silencio breve. Me sigue mirando. Levanta despacito y de a una las yemas de los dedos: vuelve a tamborilear sobre el hule, desafiante. Así me desafía, porque ya no puede darme sopapos. No le queda otra, porque tengo un vocabulario capaz de responder y superar cada una de sus puteadas. En silencio y con bronca repiquetea sobre la mesa. Se escuda en sus 89 años, en la impunidad que le otorga la vejez. Quienes no lo conocen suelen decir "pobre viejito".

Le exige –como siempre- atenciones a la abuela, no deja a nadie tomar un mate en paz, y maltrata a todos –costumbre que conserva desde que tengo memoria. De vez en cuando, también abre la boca para jactarse de su sangre vasca, para decir que las “muchachas” se enamoran de sus ojos verdes, o para recitar guarradas en guaraní. No tiene Alzheimer, está demente, pero sabe bien cómo hacer rabiar a la gente y lo disfruta.

Me llama despectivamente, con mala intención. Cuando estaba bien de la cabeza también lo hacía, se burlaba de mí hasta que fui adolescente y comencé a responderle. Siempre tenía mal semblante, y puteba porque alguien le sacó una herramienta, o porque lo molestaba el perro, el gato, la tortuga, o la cercanía de cualquier ser viviente, en especial si se trataba de alguno de sus 16 nietos. Le molestaba que los chicos jueguen y cuando no estaba durmiendo hacía todo lo posible para interrumpir la más inocente recreación que pudiéramos tener. Despotricaba, castraba, castigaba: así era Piliti.

Mis buenos recuerdos a su lado son tres: cuando me llevaba a la “placita del tobogán bajito”, cuando me daba rhodesias a cambio de un cantito, y una vez que nos regaló zapatillas a mi hermano y a mí.

En cambio, ninguno de sus recuerdos –malos ni buenos- están emparentados con nosotros. O por lo menos, nunca me contó una historia en la que intervinieran la abuela, mi madre, mis tíos, o alguno de los nietos.

Cuando recordaba, era como si monologara. Fui testigo de varios de esos monólogos cuando era chica; monólogos muy breves que ni mamá, ni la abuela habían escuchado. Conmigo no se sentía observado, quizás me percibía como algo más que un potus, como si fuera uno de esos borrachos perdidos que lo acompañaban en las pulperías de Feliciano, que no emitían palabra y apenas prestaban atención a lo que decía.

Pero yo sí escuchaba. Escuché que al tatarabuelo lo mató un malón en el norte entrerriano. Escuché que el bisabuelo era maquinista ferroviario y murió en un manicomio, cuando Piliti tenía 6 o 7 años. También escuché que al enviudar, la bisabuela se volvió a casar y a él lo mandó a vivir con unos parientes a Corrientes, quienes lo hacían trabajar y nunca le dieron un par de zapatos. Su único juguete era una pelotita de goma.

Uno de los datos que más recuerdo, aunque él lo contó como al pasar, fue cuando se enfermó. No tenía más de 10 años y le salió una protuberancia en el abdomen. Sus tíos –o no sé qué tipo de vínculo lo unía a esos parientes- lo mandaron a una curandera. Completamente solo, recorrió varias leguas a pie. Cuando llegó a lo de la mujer, ésta le frotó un mate vacío sobre el abdomen, dijo unas oraciones y lo mandó de regreso. Al día siguiente, la protuberancia había desaparecido.

Supe que fue obrero en una fábrica en Rosario, y que volvió a Feliciano un año antes del golpe del 55’. Fue militante peronista y andaba armado en la época de la llamada “Revolución Libertadora”.

También me contó que una vez vio un fantasma, pero que la aparición lo ignoró, y siguió caminado sin dirigirle ni una mirada. Escuché además que con un grupo de amigotes cagaron en la puerta de un rancho en el que había un baile al que no los habían invitado, y que todos los paisanos se encacaron los pies al zapatear.

Esas cosas me las dijo alguna vez, no hay forma de que yo las haya inventado. Estoy segura, aunque muchos no me crean o digan que estoy confundida. Y mientras pienso en todo eso, me olvido -por un momento- de lo mucho que me enerva el repiqueteo sobre la mesa y de lo extraño que me parece que los demás amen a sus abuelos.

lunes, 22 de julio de 2013

Cinco opciones prácticas para pasar el invierno

¿Harto de congelarse las manos hasta el borde de la gangrena? ¿Quiere ir al teatro pero esa insoportable tos perruna lo hace protagonista de un bochornoso espectáculo? ¿Cansado de quemar todos sus jeans por exceso de culi-estufa? ¡Pare de sufrir! Doxificadora le ofrece un abanico de soluciones para combatir las bajas temperaturas. ¡Elija la suya, o váyase a cagar!


1. Gane la lotería y múdese al Caribe.
Pros: Playas paradisíacas, calor todo el año, lomos bronceados, y gente negra.
Contras: Alto riesgo de no ganar la lotería y que sus expectativas queden completamente destrozadas. Puede morir congelado al quedarse inmóvil frente a la vidriera de la tómbola. Asimismo, gente negra.


2. Hiberne.
Pros: Largas horas de sueño, temperaturas agradables, no tendrá que preocuparse por problemas cotidianos.
Contras: Posibilidad de perder el trabajo por ausentismo, morir de inanición y que su cadáver sea empomado por el oso grizzly con el que comparte la caverna.


3. Consiga trabajo en una panadería.
Pros: Ambiente laboral calefaccionado por hornos industriales, constante aroma a confituras y pan, desayuno gratis.
Contras: Ambiente laboral calefaccionado por hornos industriales durante el verano, constante olor a confituras que puede asquearlo y tres meses de desayunos a base de harina pueden volverlo un obeso mórbido. Riesgo de falta de obra social y, por ende, muerte.


4. Pida a su abuelita que le teja un enterito.
Pros: Estará abrigado. Su abuelita se pondrá feliz de que usted le solicite una de sus confecciones.
Contras: Riesgo de parecer un teletubbie. Altas posibilidades de ser víctima de bullying. Muerte.


5. Muera.
Pros: No pasará frío nunca más en este mundo enfermo y triste.
Contras: Gusanos. Putrefacción. Muerte.



lunes, 27 de mayo de 2013

Grasada

No me canso de reiterar que este blog es autorreferencial; por ende, este post también orbitará en torno a mi, cuan asteroide alrededor de un hermoso, complejo, exótico y sexy planeta.


Esta noche, os invito a explorar otra de mis facetas: mi aguda capacidad para determinar qué es “lo grasa”. Esta palabrita tan corta y resbalosa sirve para definir ciertas actitudes que hacen que una persona sea grasa o, al menos, tenga lapsus de grasitud.

Pero, ¿de qué hablamos cuando llamamos grasa a una persona o a ciertos comportamientos de una persona? La verdad, es un término cuyos límites están en constante corrimiento. Y es difícil de definir globalmente. Por eso, prefiero enumerar una serie de atributos, comportamientos e inclinaciones que hacen que una persona pueda ser catalogada como grasa, en especial, si repite estos ítems con frecuencia o en forma permanente.

Antes de comenzar con mi listado, debo aclarar que existen algunas tendencias ya difundidas y que delinean a groso modo lo que es un grasa; a saber, escuchar Arjona, hablar a los gritos, usar la camisa desprendida hasta el pecho, poner calcomanías “familia feliz” al auto.

Estos puntos, si bien son muy acertados, también son muy generales.  Así que aquí pasaremos a un análisis más minucioso, con detalles a veces imperceptibles, que determinan que a una persona le chorree o no el chicharrón.


1. Usar el colero flojo y a la altura de la nuca (este factor se acentúa si se trata de una mujer).
2. Decorar las tortas con maní picado y cerezas de gelatina (es peor si son cerezas verdes).
3. Tunear el automóvil (doblemente grasa si se le adosan luces de neón  las llantas)
4. Usar musculosa (esto sólo es aplicable para hombres, excepto que se encuentren en el gimnasio)
5. Usar  zapatillas deportivas con jean.
6. Usar zapatos de vestir con pantalón de buzo.
7. Decorar un espacio con flores artificiales (se acentúa si se trata de flores de goma eva)
8. Tomarse una fotografía y agregarle el nombre con cualquier programa de edición (es peor si se trata de Paint)
9. Beber Frizzé.
10. Contar chistes de suegras.
11. Usar remeras con inscripciones que contengan chistes de suegras.
12. Referirse a su pareja como “mi señora”.
13. Describirse a uno mismo como “trankilo”, “dulce”,  y/o “chico común”
14. Sacarse fotos montando una motocicleta (y usarla de perfil en Facebook).
15. Decorar el living con merchandising futbolístico.
16. Consumir salchichón primavera o fiambrín.
17. Escribir duplicando las vocales que componen el nombre o apodo. Ejemplo “Guiilleermoo”, “Tuurriitaa”.
18. Insultar a una persona llamándola “gorda/o petera/o”.
19. Usar ropa de nylon.
20. Tatuase  una letra china.

jueves, 7 de marzo de 2013

Doxificadora se dirige a las masas (y no de las finas)

Sí, ya sé que ustedes estaban esperando con ansias la segunda parte de Doxificadora’s Friky Hippie Show. Bueno se van a tener que aguantar, porque hoy me quiero referir a algo que pasó en estos días.

Se fue Chávez, el dictador. Como buena cristiana, no me voy a alegrar por la muerte de una persona. Peeeeero… espero que esta sea una oportunidad para que Venezuela pueda volver al sendero del bien, occidental, lejos del comunismo, y más cerca de los EE.UU., que sólo se preocupa por el bienestar del pueblo venezolano.

¿Dónde quedaron esos hermosos eventos para elegir a Miss Venezuela, que casi siempre terminaba convirtiéndose en Miss Universo? ¿Dónde quedaron las memorables telenovelas que proyectaban el Ser Venezolano al resto del mundo? Bajo la bosta chavista, ahí quedaron. Tapadas por estiércol bolivariano, como la pobre Catherine Fulop, que tuvo que huir de esa dictadura que le censuraba hasta los pezones.

En vez de eso, ¿qué hay ahora? Se los voy a decir (no es que yo haya ido, pero me lo contó Jorge Lanata, que se cortaría una de sus manboobs antes de faltar a la verdad): trotskistas. Gente que no tiene ni para comer, pero anda hablando de expropiar fábricas y cerrar medios independientes. Masas coptadas por los rojos, que salen a prepotear, empujar,  y tirar pedos a quienes no piensan como ellos.

Pero, volvamos al Cono Sur. ¿A qué republiqueta les recuerda el panorama arriba descripto? BINGO. A Argenzuela. Acá, los pobres –hablemos con propiedad, los cabezas- están siendo engañados por los montoneros que ostentan el poder.

¿Cómo los engañan? Alentándolos a consumir cosas que no son de primera necesidad. Todos sabemos que el primer derecho del pobre es el derecho al guiso. Pero no, ellos compran celulares, motos, computadoras. Van a la peluquería, llevan a sus hijos a McDonalds. Y por supuesto, chupan. Y a todos esos vicios se los pagamos nosotros, la clase media, Juan Pueblo.

Lo bello, el ocio, la educación, el esparcimiento, todas cosas innecesarias para las clases populares.  Pero ellos ahora quieren igualarse, porque claro, ahora TODO ES PARA TODOS (y todas).

Deberíamos seguir más el ejemplo de países que saben atender las necesidades de la pobreza. Como la India que, con gente de gran corazón como lo era la Madre Teresa de Calcuta, mata dos pájaros de un tiro: da un plato de guiso a los negritos con los mocos colgando, y salva su alma.

Porque por algo existen los pobres: para que los pecadores seamos piadosos, y nos vayamos al cielo.