A continuación, los Enfermeros del Centro de Rehabilitación de Ciudad de Halle, les ofrecemos la desgrabación en crudo de una cruda lectura en voz alta que la Srta. L. A. -más conocida como la Boluda- realizó la semana pasada, tras utilizar -por primera vez en 5 años-nuestra vasta biblioteca. De las más de 450 obras de la literatura universal, la Boluda eligió un playo best seller para teens. Bueno, es lo que hay ¡Bon apetit!
"...¿Neco o Sebastián? Tras una larga deliberación en el recreo, te has decidido por Sebas. Pasa a la página 10 (...) Sebas es un tío muy apuesto, deportista, simpático y -sobre todo- experimentado con las chicas. No puedes dejar de verlo, te alejas del grupete de chavalas con el que pasas el rato y te vas directo a hablarle. Aquel no pierde el tiempo, y te invita a que vayas a su casa a la salida del colegio.
Por fin, suena la campana. Coges [jajajaja, usó la palabra] tu morral y te diriges a su apartamento. Sebas tiene 18 años, pero ya se ha enmancipado de sus padres; eso te asusta un poco, pero te gusta. Sientes la adrenalina de estar haciendo algo peligroso. Apenas llegas, te abre la puerta y te atina un beso que te parte la boca. Luego de unos arrumacos, te pide pasar al cuarto. Si aceptas, ve a la página 69 (...)
¡Uildón! Sacaste a relucir tu lado atrevido. Pero, en medio de los arrumacos, como por obra de los demonios, te viene a la mente la clase de Biología que tuviste esta mañana con la latosa profesora Luján: 'Recordad chavales, es fundamental usar condón para prevenir Sida, ITS, y embarazos... embarazos... barazos... azos... azos'. ¡Coño! Te arruinó el momento. Le preguntas a Sebas si tiene un capuchón, pero él te dice: 'Si es tu primera vez, no hace falta. Coños, que es como comerse un caramelo sin quitarle la envoltura, tía'. Estás en medio de un dilema. Si decid..."
¡A la bosta! Qué pedorrada, por Christian Diooorrrrr. ¡Calenturas adolescentes! Los juanetes de mi tía Mirna son más eróticos. A ver, busquemos algo de cuando es más mayorcita... capáz que se pone más interesante... a ver... acá...
"Ya has cumplido 25 años. Ni te acuerdas de ese 'pequeño' incidente con Sebas. Ahora te preocupas por tu carrera, ya estás a punto de graduarte y has conseguido un empleo. Todo parecería ir viento en popa, pero, ea pues. Que aún tienes acné, pero quieren asomarte las primeras arruguitas y todavía vives con tus padres. Eso comenza a incomodarte, porque, para empeorar las cosas, no tienes novio ni amante, ni perro que te ladre, ni pito que te chifle. Si no haces algo al respecto, tus senos comenzarán a mirar hacia abajo para ver quién aplaude, y tú te quedarás sola como un p..."
OK! Qué basura la que escribió esto. Una cadena de golpes bajos. Hubiera sacado alguno de Corín Tellado, ufa. Encima no anda internet... voy a tener que leer esta porquería nomás. GRRRR. A ver, continuemos con la tortura literaria...
"...y sólo hay dos opciones: o te quedas hasta que terminen de caerse tus carnes, o te mudas a tu propio apartamento".
Ey, eso se puede poner bueno. No está tan mal, eh... es más, si... y podría ahorrar... mjm... no es mala idea... me tengo que ir de este centro de rehabilitación de porquería... se se.... bssb bssb... y mssbs...
ACLARACIÓN DE LOS ENFERMEROS: Y así continúa una larga serie de elucubraciones ininteligibles de la Doxoadicta, que pretende armar un plan de escape. Llegado el momento, la ayudaremos para que su escape sea exitoso, puesto que nos tiene las gónadas al plato. De todas formas es irrecuperable. Es más, quizás hablemos con otros centros de rehabilitación para conseguirle un par de adictas más, para que la acompañen en esta loca aventura. Si esto sucede, las filmaremos y venderemos los derechos a la TV nacional, para hacer la secuela de "Locas de amor", pero estaría bueno que se llame "Locas de mierda".
domingo, 25 de julio de 2010
lunes, 12 de julio de 2010
Algunos no entienden las indirectas (no soy yo, sos vos!)
Es cierto que a veces pecamos de boludas. Continuamos una relación por inercia, porque no tenemos ganas de seguir oponiendo resistencia, porque tenemos pavor a parecernos a Soraya Montenegro o la pérfida Ivonne.
En repetidas oportunidades, cuando vi que mis relaciones ya no daban para más, decidí tomar la iniciativa de ir por el corte. Pero cada vez que le iba a expresar mi decisión al susodicho, me imaginaba a mí misma vestida en un trajecito Chanel diciendo “Nunca te quise, Nanditooo” (N. de los E: al parecer, la boluda se refiere a una frase de un malévolo personaje caricaturesco sacado de un culebrón mexicano archi popular).
Y esa proyección de mí misma no me gustaba, razón por la cual terminaba tratando de edulcorar la situación con alguna frase como “necesito un tiempo” (N. de los E: recomendamos leer el blog homónimo, que aparece en la lista de Dealers y es mucho mejor que esta porquería), “en este momento necesito estar sola”, algún parafraseo de “no sos vos, soy yo”, o, como frutilla del postre, la famosa “podemos ser amigos” que me ayudaba a diluir el sentimiento de culpa, o que -al menos así lo creía- lo haría menos doloroso para él.
Pero las cosas siempre salieron como no quería, es decir, como siempre me salen. La culpa aparecía en forma de sollozos del chico (reconozco que tengo una pincelada machista: me incomoda que los hombres lloren) o el tipo en cuestión “no entendía” la indirecta: a la semana me llamaba para ver si ya había repensado “lo nuestro”, o retrucaba con un “pero si vos sos una mina increíble, puedo hacer el esfuerzo de seguir bancándote”.
En definitiva, terminaban convenciendome (¡¿convenciéndome?!) para que la cosa no se termine ahí. Y los meses que seguían eran insoportables. Día a día iba juntando bronca, cada cosa que el otro hacía me producía un calambre en el estómago, incluso el sólo hecho de oirlo respirar.
Y no se puede sostener un elefante con una cañita de pescar. Al final, un día cualquiera, la ira me brotaba por los poros. Bastaba un chistecito inadecuado, un mal olor, un partidito en la Play para que mi bronca contenida desencadenara en un Big Bang a pequeña escala.
Entonces, mi más profundo temor se hacía realidad. La voz se me ponía áspera y aparecía Soraya: “Te aborrezcooo. No quiero verte más. Te odio, chiruzo marhinaaal”. Bueno, no eran esas las palabras exactas, pero grafican la idea: yo era la mala de la novela, no era María la del barrio, ni Topazio. No, yo era la crápula desalmada, la malparida.
Por eso, he llegado a la siguiente conclusión: las cosas que ya pasaron la fecha de vencimiento, hay que tirarlas a la basura (el otro día me agarré una intoxicación con lo que -creí- era atún verde).
Ah, y la otra conclusión es: no seguir en una relación de la cual ya no se quiere ser parte. Tampoco esquivarle el bulto a Soraya, es decir, cuando sea necesario, esconder el corazón en el pancreas y gritar: no soy yo, sos vos!!!.
En repetidas oportunidades, cuando vi que mis relaciones ya no daban para más, decidí tomar la iniciativa de ir por el corte. Pero cada vez que le iba a expresar mi decisión al susodicho, me imaginaba a mí misma vestida en un trajecito Chanel diciendo “Nunca te quise, Nanditooo” (N. de los E: al parecer, la boluda se refiere a una frase de un malévolo personaje caricaturesco sacado de un culebrón mexicano archi popular).
Y esa proyección de mí misma no me gustaba, razón por la cual terminaba tratando de edulcorar la situación con alguna frase como “necesito un tiempo” (N. de los E: recomendamos leer el blog homónimo, que aparece en la lista de Dealers y es mucho mejor que esta porquería), “en este momento necesito estar sola”, algún parafraseo de “no sos vos, soy yo”, o, como frutilla del postre, la famosa “podemos ser amigos” que me ayudaba a diluir el sentimiento de culpa, o que -al menos así lo creía- lo haría menos doloroso para él.
Pero las cosas siempre salieron como no quería, es decir, como siempre me salen. La culpa aparecía en forma de sollozos del chico (reconozco que tengo una pincelada machista: me incomoda que los hombres lloren) o el tipo en cuestión “no entendía” la indirecta: a la semana me llamaba para ver si ya había repensado “lo nuestro”, o retrucaba con un “pero si vos sos una mina increíble, puedo hacer el esfuerzo de seguir bancándote”.
En definitiva, terminaban convenciendome (¡¿convenciéndome?!) para que la cosa no se termine ahí. Y los meses que seguían eran insoportables. Día a día iba juntando bronca, cada cosa que el otro hacía me producía un calambre en el estómago, incluso el sólo hecho de oirlo respirar.
Y no se puede sostener un elefante con una cañita de pescar. Al final, un día cualquiera, la ira me brotaba por los poros. Bastaba un chistecito inadecuado, un mal olor, un partidito en la Play para que mi bronca contenida desencadenara en un Big Bang a pequeña escala.
Entonces, mi más profundo temor se hacía realidad. La voz se me ponía áspera y aparecía Soraya: “Te aborrezcooo. No quiero verte más. Te odio, chiruzo marhinaaal”. Bueno, no eran esas las palabras exactas, pero grafican la idea: yo era la mala de la novela, no era María la del barrio, ni Topazio. No, yo era la crápula desalmada, la malparida.
Por eso, he llegado a la siguiente conclusión: las cosas que ya pasaron la fecha de vencimiento, hay que tirarlas a la basura (el otro día me agarré una intoxicación con lo que -creí- era atún verde).
Ah, y la otra conclusión es: no seguir en una relación de la cual ya no se quiere ser parte. Tampoco esquivarle el bulto a Soraya, es decir, cuando sea necesario, esconder el corazón en el pancreas y gritar: no soy yo, sos vos!!!.
Etiquetas:
cuestión degenero
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