jueves, 24 de noviembre de 2011

Conversación civilizoide

-¿Sabés qué? Tu exceso de nostalgia sí molesta. ¿Querías saber qué me pasa? Bueno, ahí tenés lo que me pasa. Cambiá tu colección de Playmobil por un poco de madurez y después hablamos.
-¡Y a mí me tiene las pelotas por el piso tu madurez!
-¡Ohh, qué derroche de creatividad! Touché.
-¿Mi qué?
-Por favor, decime que esa pregunta fue capciosa.
-...
-¿Y?
-Andá a cagar.
-Pará, pará. En serio. ¿Qué fue lo que nos vimos? Es más, qué fue lo que nos volvimos a ver. Porque en este momento no se me ocurre nada.
-Jeje, yo te vi y te volví a ver las t
-AAAHHHHH. Cieeerto, ahora me acuerdo. Tu cerebro fue lo que más me atrajo.
-Jejeje.
-Sí, desde acá veo que se asoma por tu lobotomía. Y otra cosa: te voy a pedir que no me “jejees”. Te podés reír con ja, y hasta te acepto un jo muy de vez en cuando. Pero el je es algo que no voy a tolerar.
-Vos sos la intolerable.
-Basta, por favor. No seas tan creativo.
-Jejeje. ¿Te enojaste?
-Te juro que si yo fuera un zombie hambriento, vos te salvás, Pinky.
-Ja – ja. Qué chistosa... Vení [chuik chuik].
-[#%”!]
-Me gusta hacerte enojar.
-Dejame. En serio...
-[chui...]
-¡Basta! YO te dejo.
-La puta madre. La verdad que no te entiendo.
-La verdad es que no sabés leer señales básicas. En este momento toda mi cara es un stop.
-Ya no se qué es lo que tengo que hacer. Todo te enoja, nada de lo que hago está bien.
-Mirá, me cansé de tirarte tips y no me gusta tener que ponerme en sargenta. Las cosas son así, somos incompatibles. Ya la primera vez fue así.
-Yo nunca te recrimino nada.
-Y bueno, ahora es tu oportunidad.
-...
-¿Y? ¡Dispará, dale!
-Andá a cagar.


[The End]

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Cosas que pasan (especialmente, a mi)

Mi costado monomaníaco, aunque infrecuente, suele ser heavy. Cuando se me mete una idea en la cabeza no puedo concentrarme en lo que tengo que hacer; hasta que no consigo expulsarla de mi mente, olvido las demás cosas que me rodean. Como ese día en que se me ocurrió preguntarme cuántos pedos se habrían tirado en la silla mugrienta del trabajo, y me pasé casi seis horas haciendo fuerza con los muslos, tratando de despegar aunque sea un poco las nalgas del asiento. Resultado: un dolor insoportable en las extremidades inferiores, una jornada laboral mediocre, y una sensación de asco exagerada que podría haberse evitado. Pero lo peor fue que una sola idea se acapare mis pensmientos.
Lo que me sucedió hoy tiene que ver con eso: esta tarde iba caminando enmimismada y un poco decepcionada tras malgastar cuarenta y cinco minutos de mi valioso tiempo en un outlet de zapatos donde cada artículo estaba verdadermente out. De repente, el ruido de los autos se acalló, las sombras de los árboles dibujaron siluetas idílicas en la vereda y el viento suave arrastró un perfume que me recordó la adrenalina del primer beso. Ahí estaba, el hombre más hermoso que he visto en los últimos... tres días.
El tiempo se detuvo para que le pueda sacar una radiografía completa, amparada detrás de mis benevolentes lentes oscuros: un metro ochenta, cabello castaño claro al estilo James Dean, remera blanca ajustada, piel mate perfecta, ojos ámbar y una espalda que para poder abrazar debería agregar veinte centímetros a cada uno de mis brazos.
En ese momento sólo podía pensar “¿De dónde saliste? ¡Estás viniendo en mi dirección! ¡Qué bueno que hoy me puse esta camisola! Pero vos, tan hermoso... Espero que te guste comer afuera, ir a recitales, escuchar musica clásica y discutir sobre todo. Si es así ya me puedo morir, fui testigo ocular de la reencarnación de un dios que destila Acqua Di Gio. Pero seguís caminando en mi dirección. ¡Y ahora sólo nos separarán unos inverosímiles 20 centímetros de aire!¡Gracias a la vida que me bañé, y que me volví a bañar en perfume cítrico antes de salir! I'm such a sexy bitc['split']FFFFFUUUCCKKK MYYYYY AAASSSSS! ¡¿Pero cual habrá sido el perro hijo de perra que vino a cagar justo por donde yo tengo que pasar para encontrarme con el candidato a padre de Sofía Elena y Tomás, mis futuros hijos?! Aggghhhh”.
Sí, señores, una sola idea fija me obnubiló, haciendo que mi pie derecho -el más rápido esquivador de heces jamás visto- termine enchastrándose en la más vomitiva pila de excremento canino. Y, paradójicamente, recién venía de un frustrado intento de comprar zapatos, por lo cual no pude cambiarme. Y con esa inmundicia no podía entrar en otra zapatería. ¡Qué ironía la vida, Mirna!
Y todo por babos-digo, obsesiva.