lunes, 24 de octubre de 2011

Razones para temerles a los truenos

Está bien conservar ese infantil terror a los truenos, porque anuncian cosas; como que se va a ir la luz, que un rayo fecundó a la madre tierra, que se acerca el diluvio universal.
Pero, sobre todo, sus rugidos son mil maneras de decir un solo insulto y una sola verdad: que somos insignificantes. Tan minúsculos, que sus gritos ensordecedores no van dirigidos a nosotros, aunque aspiremos a ser ombligos de dios. Los truenos, simplemente, son. Y eso es lo que más asusta; quizás nosotros también, simplemente, somos.
No hay para, por, ni hacia. Hay seis mil millones de basuritas apiñadas en un geoide, flotando a la deriva en la garganta de un titán. ¿Cómo no tener miedo? ¿Cómo ahogar el llanto cuando la saliva del gigante azota nuestra ventana? ¿Cómo saber si hoy no nos va a devorar? A él le importa un bledo. Me gustaría ser ese bledo.
En tormentas como esta, me tienta la idea de asomarme a la vereda blandiendo una vara de cobre y esperar que alguna centella me fulmine, antes que terminar en el estómago del universo.
Pero apenas los gritos se acallan, apenas la saliva se seca, me olvido. Vuelvo al mundo virtual, a preocuparme porque no se hayan dañado los electrodomésticos, a elegir la ropa que vestiré mañana, a preguntarme si te voy a encontrar un día. A darte importancia cuando no sé si existís.
Por eso está bien temerle a los truenos. Son muchas -y buenas- las razones para tenerles miedo.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Extraña coincidencia (My favourite things)

Gatos con bigote, paquetes de papel marrón atados con piolines e inviernos plateados que se derriten en la primavera.
I'm not a believer, but at these blue hours, my mind takes the same refuge as the singin nun. I'm corny. So what?

My favourite things (from "The sound of music")

Raindrops on roses and whiskers on kittens
Bright copper kettles and warm woolen mittens
Brown paper packages tied up with strings
These are a few of my favorite things

Cream colored ponies and crisp apple streudels
Doorbells and sleigh bells and schnitzel with noodles
Wild geese that fly with the moon on their wings
These are a few of my favorite things

Girls in white dresses with blue satin sashes
Snowflakes that stay on my nose and eyelashes
Silver white winters that melt into springs
These are a few of my favorite things

When the dog bites
When the bee stings
When I'm feeling sad
I simply remember my favorite things
And then I don't feel so bad

jueves, 6 de octubre de 2011

Los hombres que no entendían a las mujeres

La frase debería ir en tiempo presente pero, como soy re pizpireta le hago un guiño al best seller para enganchar al lector. Y más les vale a los de la Cosmopolitan que no me la vayan a utilizar para titular alguna nota pedorra, que para eso estoy yo.

Pero, volviendo a lo que nos compete (los hombres que no ententienden a las mujeres), hay un grupúsculo de caballeros que me está empujando a creer que ellos (no todos) son de Marte y nosotras de Playboy. Digo esto porque en repetidas ocasiones en las que tuve encuentros cercanos del tercer tipo (acá va mi cara de vivaracha haciendo otro guiño y un gestito de idea), además de parecer que hablábamos en otro idioma, me dio la impresión de que los marcianos se pensaban que yo era una conejita y que, por ende, obraría en consecuencia. Pero, ante mi negativa, se mostraron sorprendidos, desencajados, ofuscados, anonadados, constipados.

Afortunadamente, fueron pocas las situaciones en las que me topé con malos entendedores, la mayoría de las veces no hicieron falta demasiadas palabras para estar en sintonía. Pero cuando no hay comprensión del otro lado, una tiene que poner el switcher en Modo Sargenta: Activado. Algo que, paradójicamente, confunde aún más a los-hombres-que-no-entienden-a-las-mujeres.

Si algún integrante de ese grupito me está leyendo, le doy un pequeño consejo que puede servir como primer paso para abandonar esa secta y pasar a una instancia superadora: nosotras no somos iguales a ustedes, ni psíquica ni anatómicamente. Es por eso que no nos gusta lo mismo, y eso no debería sorprenderlos. Nadie dice que tienen que nacer sabiendo, pero si sólo afinan el oído un poquito, podran escuchar ese “no, no, no, NO!” que a veces solemos darles como señal de disgusto y dejar de hacer lo que están haciendo. Basta de percibir “síes” camuflajeados, Arjona no sabe un carajo.

Bueno, dado que falta poco para el fin del mundo, vayan a ponerlo. En práctica. Mejor me callo. Chau.