sábado, 26 de mayo de 2012

Mirá vos, che…


Perdí la diplomacia. Bueno, no con todos, con ciertas personas. No es que ande por la calle puteando a la gente, ni  señalándome las partes y haciendo gestos obscenos. Pero ya no me interesa decir o dar a entender que no soporto a alguien. Sencillamente, no disimulo que me importa más saber cuánto cuesta el kilo de rábano en Singapur que enterarme de lo que opinan algunos/as.

Antes, esa cualidad de mi personalidad me preocupaba. Pero ahora aprendí a manejarla, y a usarla cuando es necesario.  Y, ojo, no se trata de justificar comportamientos inmaduros, de camarilla berreta, ni darle vuelta la cara a alguien sólo porque no me gusta su ídem. A esa etapa pendejil la superé hace… unos 6 meses.

El asunto es que ya no puedo sobrellevar con una sonrisa que alguien me censure con apreciaciones morales, sobre todo, si se tragó el personaje de Kant. You “kan’t” tell me what to do, how to feel, or think. NO, YOU KANT. Tampoco voy a aceptar vincularme con gente declaradamente chota y jodida, en especial, si esa chotez/jodidez va dirigida hacia mi persona.

Es por eso que la limpieza del caralibro arrasó con unos cuantos. Y también, es por eso que mi cara es transparente –metafóricamente hablando por supuesto-: si algo no me gusta, no necesitarán preguntar demasiado.

Y, de vez en cuando, está bueno decir no, no me gusta, no quiero, no tengo ganas, o go fuck yourself with a cactus. Es más, si alguien piensa que sería apropiado dispensarme alguno de estos enunciados, siéntase libre de hacerlo. Al fin y al cabo, es inútil sostener caretas (salvo que estemos en Venecia, pero no, estamos a unos cuantos metros sobre el nivel del mar. Y no es carnaval).

Aclaro, están en todo su derecho de tener valoraciones negativas sobre mi persona, o sobre lo que escribo. Pero, recuerden también, que están en todo su derecho de alejarse de mi blog, de mi facebook, y de mi vista.

Viva la patria.

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