lunes, 23 de julio de 2012

No sobran motivos, pero...


¿Será que el mundo se va a revelar ante mi como algo totalmente distinto o la cotidianeidad se cotidianizará aún más y mejor? ¿Qué pasará cuando llegue ese día?

Honestamente, dudo que un hito de cabotaje, común y silvestre sea la llave que abra las puertas de entrada a la vida, como si no estuviésemos ya atrapados en ella, o -si suena muy pesimista- librados a sus vitales antojos.

Así que me inclino por lo segundo, por las cosas de todos los días. Quizás, los mates lavados que desayuno en el trabajo tendrán mejor cuerpo. O mi perra finalmente se digne a darme la patita. A lo mejor los huevos fritos no se me desarmen en la sartén, y mi vecino deje de joder a la madrugada. Mmm... dudo.

La única alternativa a la cotidianeidad sería un yunque reventando mi cabeza cuando esté yendo a buscar el título. Seguro todos señalarán mis sesos con el índice y se lamentarán “qué ironía; justo que empezaba a vivir...”.

En fin, licenciada. Lic. Un antes y un después del título, señoras, señores, y hermafroditas. Antes, nada. Después, mi nombre.

Pero, licencia para qué. ¿Para matar? ¿Para conducir? No, para “comunicar”. Por favor, todo el mundo tiene licencia para y derecho a hacerlo. Es más, ya lo estoy haciendo y hasta me pagan por ello.

Así que, ¿por qué? ¿Para qué recibirme? He aquí un listado breve, que preparé para incentivarme.


-Por el honor (a ver si consigo un poco de eso de una buena vez).

-Para que me tiren un mango más en el laburo (el dinero no es todo, pero...)

-Para que madre pueda hacer alarde de mi (no soy linda, no estoy casada y no le di nietos)

-Para hacerme la ofuscada cuando alardee pero, en el fondo, inflarme como heces en kerosene.

-Para cerrar un círculo que abrí en 2003, y que se está convirtiendo en agujero negro.

-Para colgar el cuadrito, y decir “lo hice, oh fuck my ass, I did it!”.

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