lunes, 13 de diciembre de 2010

Livin' la vida loca (un llamado a la solidaridad)

¿Qué carajos quieren decir con 'tengo una vida muy loca'? ¿Que las paredes de su habitación están acolchadas? ¿Que su placard está lleno de camisas de fuerza mal planchadas? ¿Les dan tostadas con Rivotril en el desayuno? ¿Asoman el culo pelado en la ventana cuando pasa alguna anciana? ¿Sólo caminan sobre baldosas cuya superficie sea un número impar?
Hay excusas de todos los tamaños y colores, pero esa es la más inverosímil de todas. En estos casos, no queremos excusas, queremos respuestas. Es más, ni siquiera pedí una respuesta, y de antemano me chantaron un pretexto. Why, oh, why?
Nos estábamos conociendo, nada más. Y sé que no tengo todos los patos en la fila, pero tampoco me aparecí en la puerta de su departamento con una ramo de flores y un vestido blanco, ni traje a colación palabras como bebé, iglesia, madrina, suegros, paratodalavida, amor.
Pero lo más “loco” de esta excusa “loca” es lo que vino antes: “me siento atraído por vos, y si no me equivoco vos también. Y me hago cargo de toda la onda que te tiré. Pero das para más, y yo...”
¡Stop! ¡Rewind! Yo no doy para más. Dejen de decirme eso, porque de tanto dar para más, no estoy dando para nada. Ni nadie me da. Sólo hago un llamado a la solidaridad masculina (mejor dicho, un llamado a la lástima, o a su compasión, si tienen un poquito): dejen de aparecerse en mi vida, decirme lo genial que soy, lo linda que soy, lo divertida que soy, si al final me van a chantar lo incogible que soy.
Yo me quedo en este rinconcito, y les ruego que no se me acerquen, o van a saber lo filosos que son mis dientes y lo fea que soy cuando me enojo. Gracias.

PD: Un viejo hijo de puta como Freud se preguntó qué quieren las mujeres, acuñó la palabra histeria, y les dio tela para cortar a millones de misóginos. ¡Cararrota! ¡Desgraciado! ¡¿Y 'boston'?!

martes, 16 de noviembre de 2010

Soliloco bucayesco (preludio a quién sabe que)

“El vivir en negativo es una filosofía de vida bastante complicada. No es para cualquiera. Y dado que yo soy cualquiera, todavía me pregunto el por qué de mi elección. Bah, en realidad... elección, lo que se dice elección, no fue. Más bien es algo que se ha ido dando por descarte, ¿no?.

Capáz que por ahí viene la cosa. Para mí, que no estoy segura de nada, es más fácil definirme por lo que no soy o no tengo, como una escultora que va sacando los excesos de piedra o arcilla, para descubrir la forma que subyace en el material*.

Además, puede ser pretencioso decir 'soy así', o 'mi vida es asá'. Incluso perjudicial. Los sustantivos me resultan etiquetas difíciles de despegar. Antes que decir 'estoy sola', prefiero decir 'no tengo novio', antes que decir 'soy una loser', queda mejor el 'no soy una winner', antes de aceptar que estoy gorda, prefiero indicar que no estoy muy flaca que digamos, y es mejor advertir que no soy abstemia, a confesar que soy borracha.

Porque cuando me avispo de su existencia, los defectos propios me golpean más juerte. Y ni hablar si me pongo en kamikaze y le facilito esa información a las malas lenguas.

Ya deposité grandes expectativas en mi persona, y las decepciones casi siempre fueron proporcionales en magnitud, o vinieron con el 30% de interés. Y eso, de por sí, duele, como las mentiritas. De vez en cuando, pudo haber algún acierto, pero hay que subrayar el de vez en cuando. Y el algún.

Igual, no es nada que una buena pepa no pueda enmendar, ¡upa el ánimo, Doxoadicta!¡Esmail! Un poquito de agua... y ¡glup!

Además, ahora que lo pienso, dentro de la filosofía negativa se esconde algo positivo. che: es típico de gente playa, mentirosa, boba, simplona (todo eso junto o por separado) largar frases como soy feliz, soy afortunado/a, soy rico, mis hijos son inteligentes, mi vida es perfecta, mi marido la tiene larga. ¡Qué me importa! Fuckin' ñoños...

... ¿en qué me quedé? Ah, sí, en que todo eso ¡no soy!...”


*N de los E: aunque Ud. no lo crea, la doxoadicta nunca leyó a Bucay ni Cohelo. Cualquier posible semejanza, es comunitaria, simple y pura pedorrez-

jueves, 7 de octubre de 2010

"Qué feo que queda eso en una nena" (No authentic girls allowed)

Frase odiosa, si las hay. Y, ¿cuántas veces la oí dirigida hacia mi persona? No sé, ya perdí la cuenta. Desde mi más tierna infancia, padres, abuelos, tíos, maestras y otros adultos metiches invirtieron buena parte de su tiempo en recordarme lo feo que me quedaba todo. Como si cada comportamiento fuera una prenda ultra ajustada, que mi personalidad rechoncha se empeñaba en calzarse, sin mirarse en el espejo.

Cada vez que la escuchaba, deseaba con toda el alma haber venido con un pito incluído. El pene era un free pass que habilitaba a su portador a tener moretones en las piernas; defenderse de un agresor a las piñas; jugar con autitos; negarse a usar ropa en tonos pastel con puntillas y moños; escupir en público; ser "bocasucia"; jugar al fútbol y hacer todo tipo de cosas divertidas y osadas, sin ser reprendido por los grandes.

Eso estaba bien para un "varoncito" -¡diminutivo detestable, grrr!-, pero no para mí. Mi destino era otro: en un rincón me esperaba la blonda Barbie con su sonrisa estática (que, en medio de un arranque de ira, me encargaría de desdibujar con una trincheta), para enseñarme a ser linda. Ya en esos tiempos vislumbraba yo las contradicciones y las frustraciones que a muchas produciría el no ser altas, rubias, perfectas, sexys ni tener las inalcanzables tetas duras de Barbarita.

Más allá, en otro rincón, ollas y utensilios de cocina en miniatura, para que me vaya haciendo a la idea de que en un futuro debería cocinar para el Yolibell y su padre ausente, que en cualquier momento llegaría del trabajo, pero que no repararía en el maquillaje de mentiritas con el que esmeradamente me decoraría la cara, poniendo en práctica las enseñanzas tácitas de la rubia tonta.

Para colmo de males, estaba sola. No tenía huestes rebeldes que me acompañen en mi cruzada contra la estupidez feminoide. Las demás nenas estaban contentas -o resignadas-con los regalitos sosos que les traían Papanuel y la tía Mirna; querían jugar con ellos.

Entonces, la única forma de escapar al mandato social era simplemente ignorar -o destrozar- los juguetes configuradores de boludas totales. Mi salvación: un block de hojas, lápices de colores, instrumentos musicales, libros. Pero, sobre todo, mucha imaginación. Y horas de TV.

En mi cabeza no había lugar para tíos intrometidos que se burlaran de mis andanzas como John, el detective. Tampoco me dirían "La Varonesa" -así, con v-, como solían llamarme, por transformarme en Leonardo, comer pizza, y vivir en una alcantarilla junto con una rata zen. Sin mencionar que mi cuerpo se correspondería con el de una ninja tortuga adolescente mutante que lucha contra el mal.

Y así, entre lo genial, lo retorcido y lo bizarro, me fui desviando solita hacia horizontes más prometedores, comenzando a entender que una puede hacerse su propio free pass sin necesidad de lo fálico. De a poco, iba dejando de importarme lo que dijeran los grandes. Me negaba a ser otro chicle rosadito pegoteado en la vereda de los estereotipos prefabricados.

Reconozco que luego, cuando llegué a la etapa adolescente-insegura-pelotuda-que-quiere-parecerse-a-la-manada-de-losers-que-tiene-por-compañeros, lamenté en algunas oportunidades el no haber adherido a la filosofía Barbie Girl. Y el parecerme más a Daria Morgendorfer (no tengo ganas, ni tiempo de explicar. Gugleen!), con todo lo que eso implica, no me facilitó las cosas.

Afortunadamente, lo teenagers se nos quita en poco tiempo -excepto a la madre de la finada Yomina Ran, a quien cambié el nombre para no herir susceptibilidades de la gente bien. En fin; héme aquí: no seré perfecta, pero todavía puedo atreverme a decir que soy única. No seré linda, pero nadie se parece a mí (posta, os desafío a que encontréis un personaje ficticio o persona pública con la que podáis compararme y decir el trillado "tas iguaaal"). No seré rubia, pero sí soy un poco tonta. Ken no me da ni la hora, pero G.I. Joe me guiña un ojo. Y no tomo champán en vasos de plástico, pero soy auténtica.

Jamás podría ser la chica que sostiene el vaso de chopp pero que no lo prueba, mientras un banana hace payasadas trilladas para llamarle la atención, y ella sonríe, bailando al ritmo de un hit de los 80' remixado por un Dj con onda, en un boliche lleno de gente linda, como sucede en tooodas las publicidades de cerveza.

Yo, en un boliche no puedo soltar el vaso de chopp, y trago la cerveza con fruición, para luego empezar a hacer payasadas, llamando la atención de un banana que quiere levantarme pero no puede igualar mi nivel de bananez, por lo que desiste y se pierde entre un montón de gente con olor a chivo, que baila al ritmo de un hit de Luis Miguel, remixado por un Dj que tiene una Honda, que se pudo comprar luego de ahorrar lo que gana trabajando como repartidor de pizzas.

Las cosas me siguen quedando feas, pero ya no soy una nena. No pertenezco a la créme de la créme, ¡pero al cabo que ni quería!

domingo, 25 de julio de 2010

Elige tu propia aventura (hacé algo, por tu bien)

A continuación, los Enfermeros del Centro de Rehabilitación de Ciudad de Halle, les ofrecemos la desgrabación en crudo de una cruda lectura en voz alta que la Srta. L. A. -más conocida como la Boluda- realizó la semana pasada, tras utilizar -por primera vez en 5 años-nuestra vasta biblioteca. De las más de 450 obras de la literatura universal, la Boluda eligió un playo best seller para teens. Bueno, es lo que hay ¡Bon apetit!

"...¿Neco o Sebastián? Tras una larga deliberación en el recreo, te has decidido por Sebas. Pasa a la página 10 (...) Sebas es un tío muy apuesto, deportista, simpático y -sobre todo- experimentado con las chicas. No puedes dejar de verlo, te alejas del grupete de chavalas con el que pasas el rato y te vas directo a hablarle. Aquel no pierde el tiempo, y te invita a que vayas a su casa a la salida del colegio.

Por fin, suena la campana. Coges [jajajaja, usó la palabra] tu morral y te diriges a su apartamento. Sebas tiene 18 años, pero ya se ha enmancipado de sus padres; eso te asusta un poco, pero te gusta. Sientes la adrenalina de estar haciendo algo peligroso. Apenas llegas, te abre la puerta y te atina un beso que te parte la boca. Luego de unos arrumacos, te pide pasar al cuarto. Si aceptas, ve a la página 69 (...)

¡Uildón! Sacaste a relucir tu lado atrevido. Pero, en medio de los arrumacos, como por obra de los demonios, te viene a la mente la clase de Biología que tuviste esta mañana con la latosa profesora Luján: 'Recordad chavales, es fundamental usar condón para prevenir Sida, ITS, y embarazos... embarazos... barazos... azos... azos'. ¡Coño! Te arruinó el momento. Le preguntas a Sebas si tiene un capuchón, pero él te dice: 'Si es tu primera vez, no hace falta. Coños, que es como comerse un caramelo sin quitarle la envoltura, tía'. Estás en medio de un dilema. Si decid..."

¡A la bosta! Qué pedorrada, por Christian Diooorrrrr. ¡Calenturas adolescentes! Los juanetes de mi tía Mirna son más eróticos. A ver, busquemos algo de cuando es más mayorcita... capáz que se pone más interesante... a ver... acá...

"Ya has cumplido 25 años. Ni te acuerdas de ese 'pequeño' incidente con Sebas. Ahora te preocupas por tu carrera, ya estás a punto de graduarte y has conseguido un empleo. Todo parecería ir viento en popa, pero, ea pues. Que aún tienes acné, pero quieren asomarte las primeras arruguitas y todavía vives con tus padres. Eso comenza a incomodarte, porque, para empeorar las cosas, no tienes novio ni amante, ni perro que te ladre, ni pito que te chifle. Si no haces algo al respecto, tus senos comenzarán a mirar hacia abajo para ver quién aplaude, y tú te quedarás sola como un p..."

OK! Qué basura la que escribió esto. Una cadena de golpes bajos. Hubiera sacado alguno de Corín Tellado, ufa. Encima no anda internet... voy a tener que leer esta porquería nomás. GRRRR. A ver, continuemos con la tortura literaria...

"...y sólo hay dos opciones: o te quedas hasta que terminen de caerse tus carnes, o te mudas a tu propio apartamento".

Ey, eso se puede poner bueno. No está tan mal, eh... es más, si... y podría ahorrar... mjm... no es mala idea... me tengo que ir de este centro de rehabilitación de porquería... se se.... bssb bssb... y mssbs...

ACLARACIÓN DE LOS ENFERMEROS: Y así continúa una larga serie de elucubraciones ininteligibles de la Doxoadicta, que pretende armar un plan de escape. Llegado el momento, la ayudaremos para que su escape sea exitoso, puesto que nos tiene las gónadas al plato. De todas formas es irrecuperable. Es más, quizás hablemos con otros centros de rehabilitación para conseguirle un par de adictas más, para que la acompañen en esta loca aventura. Si esto sucede, las filmaremos y venderemos los derechos a la TV nacional, para hacer la secuela de "Locas de amor", pero estaría bueno que se llame "Locas de mierda".

lunes, 12 de julio de 2010

Algunos no entienden las indirectas (no soy yo, sos vos!)

Es cierto que a veces pecamos de boludas. Continuamos una relación por inercia, porque no tenemos ganas de seguir oponiendo resistencia, porque tenemos pavor a parecernos a Soraya Montenegro o la pérfida Ivonne.

En repetidas oportunidades, cuando vi que mis relaciones ya no daban para más, decidí tomar la iniciativa de ir por el corte. Pero cada vez que le iba a expresar mi decisión al susodicho, me imaginaba a mí misma vestida en un trajecito Chanel diciendo “Nunca te quise, Nanditooo” (N. de los E: al parecer, la boluda se refiere a una frase de un malévolo personaje caricaturesco sacado de un culebrón mexicano archi popular).

Y esa proyección de mí misma no me gustaba, razón por la cual terminaba tratando de edulcorar la situación con alguna frase como “necesito un tiempo” (N. de los E: recomendamos leer el blog homónimo, que aparece en la lista de Dealers y es mucho mejor que esta porquería), “en este momento necesito estar sola”, algún parafraseo de “no sos vos, soy yo”, o, como frutilla del postre, la famosa “podemos ser amigos” que me ayudaba a diluir el sentimiento de culpa, o que -al menos así lo creía- lo haría menos doloroso para él.

Pero las cosas siempre salieron como no quería, es decir, como siempre me salen. La culpa aparecía en forma de sollozos del chico (reconozco que tengo una pincelada machista: me incomoda que los hombres lloren) o el tipo en cuestión “no entendía” la indirecta: a la semana me llamaba para ver si ya había repensado “lo nuestro”, o retrucaba con un “pero si vos sos una mina increíble, puedo hacer el esfuerzo de seguir bancándote”.

En definitiva, terminaban convenciendome (¡¿convenciéndome?!) para que la cosa no se termine ahí. Y los meses que seguían eran insoportables. Día a día iba juntando bronca, cada cosa que el otro hacía me producía un calambre en el estómago, incluso el sólo hecho de oirlo respirar.

Y no se puede sostener un elefante con una cañita de pescar. Al final, un día cualquiera, la ira me brotaba por los poros. Bastaba un chistecito inadecuado, un mal olor, un partidito en la Play para que mi bronca contenida desencadenara en un Big Bang a pequeña escala.

Entonces, mi más profundo temor se hacía realidad. La voz se me ponía áspera y aparecía Soraya: “Te aborrezcooo. No quiero verte más. Te odio, chiruzo marhinaaal”. Bueno, no eran esas las palabras exactas, pero grafican la idea: yo era la mala de la novela, no era María la del barrio, ni Topazio. No, yo era la crápula desalmada, la malparida.

Por eso, he llegado a la siguiente conclusión: las cosas que ya pasaron la fecha de vencimiento, hay que tirarlas a la basura (el otro día me agarré una intoxicación con lo que -creí- era atún verde).

Ah, y la otra conclusión es: no seguir en una relación de la cual ya no se quiere ser parte. Tampoco esquivarle el bulto a Soraya, es decir, cuando sea necesario, esconder el corazón en el pancreas y gritar: no soy yo, sos vos!!!.

martes, 6 de abril de 2010

Tres impresiones (para nada impresionantes)

El delirium tremens es interminable. Parece que la Doxoadicta no puede terminar de expulsar toda la sustancia tóxica que invade su masa encefálica. Una tarde le pegó la melancolía, reacción realmente extraña en pacientes que presentan semejante cuadro de adicción. Nosotros se lo tiramos, ustedes, mastíquenlo.


*Los enfermeros del Centro de Rehabilitación


Tropinsomnio

Esa cumbia que se aleja en un anochecer de feriado… nostálgico y fastidioso a la vez, el efecto que me causa. Se funde en el eco del acordeón predecible, mientras el viento lo empuja lejos y los grillos le ponen letra de otoño.

Pero su promesa de silencio se estanca a medio camino: queda, parada en el horizonte de luces anémicas, a la espera de que se le sume el repiquetear de tamboriles rezagados. Y va dejando una estela de calma, tan sospechosamente simple, que no puedo dormir.

Box shaped heart

Aunque cien veces insistí, jamás me reveló su contenido. Pobre ilusa, yo, que conjeturaba fotos, cartas, y boletos capicúas bien almacenados, con toda la pompa y circunstancia que merecen esos tesoros invaluables.

Cuando murió, en vano busqué saciar la curiosidad en cajones, muebles y entre la estopa raída de la almohada. Se había esfumado.

Hasta que un mal día, la garganta de Kurt vomitó la revelación, la conclusión obvia que desde siempre me buscó: ese objeto era su corazón, con forma de caja.

Pathétique

Si el cielo amarillo hace un efecto inverosímil sobre los cuerpos. Si la vista es demasiado mágica para ser real. Si la parra en el patio de la casona en ruinas. Si no hay música perfecta para la ocasión. Si el retrato en sepia. Si es imposible recordar el aroma. Si el benteveo a la tardecita. Si la muñequita en el ataúd. Si el papel amarillento. Si las manos heladas. Si el tiempo lineal. Si (sólo) intuyo que viví.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Porque me gusta (¿Por qué me gusta?)

Advertencia: este texto es sólo una nota estúpida que enumera los gustos y pareceres pseudo onanísticos de la doxoadicta, que no le importan a nadie más que a ella. Léalo bajo su propio riesgo. O, si prefiere, al costado.

“¿Por qué me gusta?”. Es una pregunta que me ha atormentado desde los comienzos de mi humanidad. Hay ropa, situaciones, obras, personas, comidas, colores, lugares que me gustan o agradan, y cuando quiero dar cuenta del por qué, no puedo dar una explicación satisfactoria ni para mí, ni para los demás.

Parece que sólo debería conformarme con disfrutar de la presencia, proyección, o interacción con el objeto/ sujeto de mi afecto. Palo y a la bolsa. Y es una excelente idea, eh. Pero, casi siempre me vienen esas ganas estúpidas de analizar el por qué, sin sesgos psicologistas (¡ni siquiera eso!), sino desde mi perspectiva de doxoadicta, que llega a conclusiones sin sustento, en base a mis encubiertamente caprichosos dictámenes.

Y bueno, he aquí algunas explicaciones que, más explicaciones, son un catálogo de cualidades que esas cosas deben tener para gustarme, y sólo provoca que vuelva a repreguntarme el por qué hasta el infinito.

Pero como soy valiente (o porque no tengo excusas), reconozco mi frustración ante el intento de hallar respuestas a tamaña pregunta existencial.

A continuación, describo por qué me gustan determinadas cosas, aunque realmente esté respondiendo qué cualidades me gustan de los objetos/ sujetos en cuestión.

Noche: me gusta tanto, que al día le pondría una inyección letal. La noche me agrada porque el sol no me encandila; es fresca; ya no estoy en el trabajo; el cielo es azul profundo; se ven las estrellas; las sombras envuelven la vida con un halo de misterio; puedo tomar cerveza sin que me miren feo (como me sí me pasó la otra mañana); porque puedo dormir seis horas de un tirón; los autos no hacen tanto barullo; porque puedo leer un libro sin que me llamen, me jodan, me pellizquen o me tiren pedos; porque se ven los Ovnis; porque es cuando la gente está más desocupada y puedo encontrarme con familiares/amigos/gratos conocidos; porque me puedo esconder en la oscuridad y asustar al que pase cerca; porque el jazmín del patio emana más perfume; porque tiene sentido mirar una peli de terror.

Helado de crema (excepto sambayón, pistaccio, y la barra de veneto): es dulce; refrescante; me da un “masoquistita” dolor de cabeza; no tengo que masticarlo (porque se toma, por supuesto); generalmente se consume en una ocasión o celebración especial; pone en alerta todas las áreas de mis papilas gustativas; es suave; cremoso; me genera expectativas mientras como la comida; y es (¿no lo mencioné?) rico, rico, rico ríííííícoooo… mmm. ¡Rico!

Azul: me trae nostalgias, es el color del cielo y del mar, da la sensación de profunda calma, es bastante combinable, da nombre a una pegajosa canción de Cristian Castro; creo que es el color del infinito; su nombre, en inglés, hace referencia a un hermoso género musical.

Bach (Johann Sebastián, no el de Juan Salvador Gaviota): su música es a la vez matemática y sentimental, todas sus composiciones valen la pena de ser escuchadas, sus armonías no tienen comparación, con sus escalas cromáticas sentó las bases para la música que lo sucedió (incluso, aunque me cueste reconocerlo, Arjona y Palito Ortega), todos le copian y nadie se da cuenta. Si no te gusta Bach, tenés tubérculos creciéndote en los oídos.

Cerveza: es dorada, me entretiene ver como suben las burbujitas e hilera para formar la espuma, tiene un delicioso dejo amargo y miles de vestigios de sabor, me pone contenta, se toma de noche, se toma con otra gente, fortalece los huesos, y genera la mayoría de las publicidades originales y no detestables que puedan verse en televisión.

Mar (excepto del Plata): va y viene, no tiene camalotes ni víboras, es azul, me deja perpleja en su inmensidad, no se ve la otra orilla, es majestuoso, las olas me salpican desde lejos, no corro riesgos de que un sorete me pase nadando cerca (como en los riachos serranos), siempre hay viento cerca del mar.

Gente que me agrada: me gusta escuchar lo que tienen para decir, aunque no sea sabio ni profundo, pero son buenos relatores/as, saben convertir lo rutinario en una artesanía, como mínimo.

Bueno, como ya no tengo ganas de seguir escribiendo ovarieses, hasta acá llegué.
Y sólo puedo agregar que la mejor respuesta a mi pregunta es: ¡Porque me gusta, carajo!