Soñé otra vez con tu espalda de piedra. Pero esta vez me sangraban los labios, ya no besaba el mármol del David, sino las rocas ásperas de Purmamarca. Entonces recordé los motivos por los que te había olvidado; y entendí -nuevamente- que la experiencia siempre llega tarde, y que raramente la usamos después.
Volví a tropezar con la misma piedra. No fui capáz de patearla lejos, con furia. Me levanté y seguí caminando, como hago siempre, dejando un caminito de guijarros, pero contando los minutos que desperdicié al encontrarnos. Y en algún punto te perdiste en mi cuenta, quedaste al final de la lista negra. Tus caras se fueron difuminando, tu perfume se mezcló con el aromito del patio; tu voz es un suspiro de ultratumba. Tu espalda, Purmamarca.
Soy muy buena olvidando cuando me lo propongo, y eso es malo: quizás algún día te vuelva a encontrar, no te reconozca, y todo vuelva a empezar.
Odio decir cosas así como "me sentí identificada", pero es la posta u.u.
ResponderEliminarMe re copa cómo escribís, me parecés una mina divertida :)
Saludos!!
gracias! no mucha gente se siente identificada conmigo, así que te doy la bienvenida a mi selecto club ;)
ResponderEliminarComo dicen por ahí, el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, en algunos casos muchas más de dos. Me encantó lo que escribiste.
ResponderEliminarSaludosss
Gracias, Cyn. Che, me dejaste pensando: creo que o soy muy humana... o demasiado bestia.
ResponderEliminarSalute!