viernes, 19 de agosto de 2011

Hoy (the inner old lady)



Hoy me salió mi primera arruga. Me levanté esta mañana, y estaba ahí, en la parte superior de la frente. Junto a un granito, para que sea un poco más irónico. Me puse triste, antes era una línea de expresión, pero ahora se niega a desaparecer por más cara de poker que ponga.
Lloré. Fui al baño y me restregué la cara con todas las cremas que tengo en el botiquín, en medio de un arrebato de desesperación, apelando a la magia que venden por catálogo. Pero no funcionó; hoy abandoné del todo mi tibia creencia en las soluciones exprés.
Y yo, ingenua, que pensaba que esto nunca me iba a suceder. En realidad, sabía que pasaría, pero no sabía cómo. Imaginaba que la primera marca aparecería en un tiempo muy lejano -algo así como cinco años-, que sería una pequeñita pata de gallo, de esas que salen de tanto reír. Pero no. Se ubicó bien arriba, casi en el nacimiento del flequillo, de esas que salen de tanto preocuparse.
Me encontré todo el día intentando en vano frenar ese impulso de arquear las cejas mientras leo o escribo, mientras saco y pago cuentas, mientras me esfuerzo en el gimnasio, mientras pienso qué voy a hacer con todo lo que tengo que hacer. Me encontré a todo el mundo preguntándome “¿estás triste?”, “¿estás chinchuda?, “¿qué te pasa?”, “ni ahí que salimos, ¿no?”. Sí, me encontré.
Este día entendí de que la vieja que todas llevamos dentro está peleando por salir, que le quitó los lapicitos de colores a mi nena interior. Y bueno, veintiseis años es demasiado encierro para cualquiera, así que hoy le doy tregua, hoy tiene el día libre. Hoy. Pero mañana será otro día, el mañana no les pertenece a los gerontes. Y ya la voy a agarrar, ¡vieja de mierda!

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