lunes, 22 de agosto de 2011

#@*%"!!! (freedom)

Ni ayurveda, ni infusiones de hierbas, ni meditación. Nada tiene el poder curativo de una buena puteada gritada en el momento preciso. Putear es un acto catártico, una válvula de escape que tendríamos que usar más seguido. Bueno, yo lo hago tan a menudo que mucha gente se escandaliza y hasta me ha señalado como víctima del síndrome de Tourette.

Pero en el otro extremo, las personas que creen en la existencia de las malas palabras son unas reprimidas y se están perdiendo de buena parte de nuestro idioma, tan rico en expresiones arrebatadas, tan liberador, tan... de puta madre!

Roberto Fontanarrosa dijo que "hay palabras, palabras de las denominadas malas palabras que son irremplazables, por sonoridad, por fuerza, algunas incluso por contextura física de la palabra. No es lo mismo decir que una persona es tonta o zonza que decir que es un pelotudo". Como otras tantas veces, vuelvo a coincidir con él: cada vez que me hice puré el dedo chico del pie contra la pata de la cama, el caramba no me sirvió para un carajo. MieRRda, conCHa de la pata hiJA de REmil PuTas fueron los mejores analgésicos, de los que hacen que las punzadas de dolor se pierdan en el aire, prendidas de una consonante remarcada con bronca. Y esto no va sólo para los casos de dolor físico, es siempre una forma de sacar afuera la ira, la tristeza, la impotencia que, de lo contrario, nos pudren desde adentro.

No entiendo a la gente que ante una situación de mierda se limita a decir un descolorido pucha. Pero allá ellos. Lo que sí me da bronca es que miren feo a los que queremos expresarnos, porque las llamadas malas palabras son sentimientos viscerales y no pueden suplirse con otros vocablos, teniendo en cuenta que el lenguaje -de por si- ya tiene muchos límites. No es necesario retacearlo más como lo hacen quienes se dedican a poner malditos raios hijos perra cuando doblan películas al español neutro o, directamente, soso.

Así, quiero redondearles el concepto a los pacatos que últimamente me han dicho "desagradable", "guasa", "mal hablada". Honestamente no me importan sus medidas opiniones, ni pienso dejar de expresar lo que se me de la gana. Sáquense los palos de sus respectivos culos, mándenme a la mierda si algo les molesta, y ahí capáz que charlamos.

Y como dijo un sabio chino, go fuck yourselves. Au revoir!


1° N. de la R: uno de mis dealers, el querido Le Fer Net -con quien nos conectamos telepatéticamente-, posteó hoy una breve catarsis puteadora en su blog. Causalidades de la vida.


2° N. de la R: esto es un intento desesperado de conseguir una columna propia en Ámbito Financiero, como el Tano Pasman. Sí, yo también se putear, señores.


1 comentario:

  1. Muy buen texto! La "mala palabra" tiene que ver con la expresividad, como señalaba Fontanarrosa.
    Ahora, cuán doloroso es el pegarse el dedo meñique con la punta de la cama. Ese ejemplo es el mejor para definir una puteada que nos inunda y se eyecta al mundo con dolor. Le ganó por lejos a ejemplo del martillazo en el dedo.

    Saludos!!

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